Actividad de "Espacio el girasol": hacer un relato corto sobre una parte del cuadro "El jardín de las delicias" de El Bosco. Escogí la imagen de la flor que está en esta pequeña parte del cuadro.

La mujer y la niña

Cansada del incesante bullicio y el desenfreno generalizado de los seres que la rodeaban, decidió aislarse dentro de una burbuja. No era cualquier burbuja, era la que le permitía vivir a la enorme flor de la laguna, por eso, antes de entrar, le consultó si podía permanecer allí un rato indefinido. La vio un buen rato con interés y finalmente accedió, pero no sin antes ponerle como condición que le permitiera a la pequeña Ana estar con ella.

 

No conocía a la pequeña y entonces vio a su alrededor con cara de interrogación. Pasaron unos breves segundos durante los cuales comenzó a girar el dorso para buscar con la mirada y, antes de terminar el movimiento, vio a una chiquilla que entraba a la burbuja dando muestras de gran agilidad. La seguía con la mirada. Parecía desconcertada ante la inacción y entonces le mostró el espacio a su lado, invitándola a pasar. Lo hizo. No estaba tan feliz de tener que compartir aquel espacio que ya saboreaba como exclusivo, pero sin duda era mejor que estar rodeada de aquel desorden externo.

 

  — Hola, soy Ana, ¿cómo te llamas?

 

  — Hola Ana. También me llamo Ana.

 

  — ¡Qué buen gusto tienen tus padres! — exclamó con alegría e inmediatamente bajó la voz, se llevó las manos a cada lado de la boca, y le susurró — igual que los míos.

 

  — Veo que te agrada tu nombre…

 

  — ¿A ti no?

 

  — Si, si, pero en realidad eso no es tan importante para mi…

 

  — ¿Qué es importante para ti?

 

  — El silencio.

 

Dicha la palabra, se hizo eco. Abarcó totalmente aquel pequeño espacio y pronto la respiración acompasada de ambas se convirtió en el único sonido audible. Pasó un rato muy largo hasta que, Ana, la mayor, encontrándose totalmente relajada, abrió los ojos y se encontró con la mirada curiosa de la pequeña, quien al notar que ella la miraba, comenzó a hacerle señas y muecas ininteligibles.

 

  — No entiendo los gestos que estás haciendo. ¿Quieres hablar?

 

  — Creo que sí los entendiste. Quiero hablar.

 

  — ¡Vale!, y entonces, ¿porqué te callas si quieres hablar?

 

  — Quería estar segura que podía hablar. ¿Sabías que es mentira esa afirmación que dice querer, es poder?, la verdad es que es muy relativa…, bueno, como casi todo.

 

  — ¡Dios mío, creí que había sido clara cuando te dije que podías hablar!

 

  — ¿Estás molesta?

 

  — No

 

  — ¿Estás apurada?

 

  — Tampoco.

 

  — No me has contestado si sabías que era mentira la afirmación general que dice querer, es poder.

 

  — Si lo sabía. Es una obviedad.

 

  — ¿Eres sabia?

 

  — No, no lo soy, pero vamos a ver, tú querías hablar, ¿no es así?, ya te he dicho que podías hablar y solo me has hecho preguntas.

 

  — Quería conocerte. Cuando te decía que querer no es poder me refería también a eso. Para poder conocerte, tú tienes que querer que te conozca. Hasta ahora sé que te llamas Ana y eso no es muy importante para ti, que te gusta el silencio, que cuando subes la voz, no estás molesta ni apurada y también sé que no eres sabia — de pronto, hizo una pausa y volteó para un lado y luego para el otro, dejando claro que observaba el exterior, para agregar — también sé que te gusta el orden y no sé si el que la flor te haya condicionado mi presencia, te esté resultando incómodo.

 

  — Me has dejado descansar en silencio y has esperado pacientemente a que abriera los ojos para tratar de comunicarte con gestos. No me has hablado hasta que te lo insinué y, aún así, me has pedido permiso para hablar y te lo he dado. ¿Porqué habría de estar incómoda? No lo estoy. ¿Por qué crees que me gusta el orden?, eso no me lo has preguntado.

 

 —Es cierto, no te lo he preguntado. Lo que nos rodea es un poco raro, muy desordenado, bastante ilógico…y, pensé que le habías pedido a la flor que te dejara entrar para aislarte de todo, ¿es así?.

 

  — No exactamente. Verás, eso que vemos afuera no existe en el mundo real, es una ficción de nuestra mente. De hecho, podemos cambiar de lugar algunas cosas y dejarían de ser raras o desordenadas o ilógicas. Querer aislarse por un momento para descansar, no significa otra cosa. Es simple.

 

  — ¿Ya descansaste?

 

  — Si, me siento como nueva - comenzó a estirar los brazos y las piernas.

 

  — ¿Ya te vas a ir?

 

  — No, todavía no me iré. Antes te dije que no estaba apurada, ¿recuerdas? Y, la verdad es que apenas te conozco — mientras le hablaba la observaba de reojo y veía cómo se le iluminaba el rostro, entonces recogió las piernas para lograr una sedestación más cómoda y se volteó buscándole la mirada — ¿debo entender que el querer, el poder y la relatividad de la que me hablabas era una forma de introducir una conversación?

 

 — Un poco sí.

 

  — Bueno, ya lo hemos logrado. Estamos conversando. Cuéntame pequeña Ana, ¿hay algo que quieras decirme sobre ti?

 

  — Me has dicho que si se cambian algunas cosas de lugar, éstas dejarían de ser raras, ¿cierto?

 

  — ¡Así es!

 

  — Entonces, ¿por qué no salimos de esta burbuja y entre las dos comenzamos a mover cosas?

 

  —¡Ay, mi pequeña!, porque no es posible cambiar la ficción que está en la mente de otra persona y ésta, de la que por cierto, ambas formamos parte, le pertenece a el Bosco.






Ana María Rotundo

21 de diciembre 2023

 

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