Actividad 3 de "Espacio el girasol": 

Los libros, ecos del pasado

En la entrada de su tienda, ubicada en una colina rodeada por densos bosques de abetos y robles, Marco Aurelio, que cumple el segundo año de campaña militar en la zona fronteriza con Germania, se despide de uno de sus generales. Acaban de reunirse con los quaestores para asegurar la buena marcha del avituallamiento. Han disminuido las tensiones en la zona y es tiempo propicio para organizarse.

 

Cuelga su capa de lana púrpura en un saliente de la tienda y se dirige hacia la mesa. Mientras ordena sus ideas con expresión tranquila, observa las sombras que se producen sobre las paredes de lona bajo la luz parpadeante de las antorchas. Coloca su corona de laurel a escasos digitus del tintero y extiende un nuevo pergamino sobre la mesa. Es un buen momento para reflexionar y escribir. Precavido, había llevado suficiente tinta de galo y plumas de ganso talladas esperando una larga campaña militar en la zona ante las constantes amenazas que las tribus germánicas representan para la seguridad del imperio.

 

Con el murmullo de los ríos y el crujir de las ramas de los árboles como música de fondo, se acomoda en la silla de madera doblando sobre sus piernas la toga ricamente adornada con detalles dorados y dejando al descubierto la túnica de lino blanco plisada. Estaba cansado. La noche anterior no había podido conciliar el sueño con un pensamiento recurrente. Lucio Aurelio Vero, quien había compartido con él el poder imperial gran parte de su reinado y se había destacado como un líder militar valiente y competente, había muerto en vísperas de la campaña y solo le quedaba su hijo Cómodo de apenas 11 años para sucederlo. A sus 50 años, agotado por las exigencias del cargo y sus problemas crónicos de salud, piensa que tiene poco tiempo para prepararlo.

 

Se levanta y camina dentro de la tienda. Por ratos se detiene y masajea sus adoloridas rodillas mientras sus pensamientos se organizan. Sabe que su hijo cuenta con una educación privilegiada que incluye la preparación para asumir las responsabilidades políticas y administrativas para sucederlo, pero, siendo honesto consigo mismo, también sabe que no se siente muy atraído por la instrucción militar. ¿Qué opciones tiene?, por un lado está consciente de que la sucesión hereditaria a través de la descendencia biológica es una norma arraigada en la sociedad romana que evitaría resistencia y luchas de poder, garantizando estabilidad y continuidad a su legado; sin embargo, por otro lado, sabe que no cuenta con suficiente tiempo para llevarlo con él a sus campañas militares y brindarle esa formación indispensable, sobre todo en esos momentos en los que el imperio enfrenta desafíos internos y externos de importancia.

 

Vuelve a su asiento y toma la pluma reflexionando sobre lo sencillo que resultaría dejar la responsabilidad de las decisiones difíciles a una divinidad o, como lo hiciera en su época el mismísimo Alejandro Magno, al Oráculo de Delfos; sin embargo, él no puede hacerlo. Su guía para la toma de decisiones es la razón, la prudencia y la sabiduría. Si escribe una carta a su hijo, debe tomar en cuenta que a pesar de los esfuerzos que él y sus maestros han realizado para inmiscuirlo en los principios estoicos y en la filosofía de la virtud, observan que su juventud y carácter sumado a la placentera vida en el palacio imperial, rodeado de lujos y jardines exuberantes, lo han hecho muy difícil.

 

¡Por Júpiter! exclama con vehemencia ¡por supuesto que crecerá y asumirá sus responsabilidades dando continuidad a mi legado. Mantendrá la estabilidad del imperio! se dice a sí mismo antes de comenzar a escribir.

 

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Pasa los dedos por el lomo de los libros. Respira profundo el aroma a madera y pergamino. Es una biblioteca de madera oscura que reviste las enormes paredes de piedra. No se cansa de admirarla en ese ambiente impregnado de solemnidad. ¿Qué leerá ese día?, acaba de terminar un libro recomendado por su confesor sobre la vida de Santa Isabel, princesa de Hungría. Sin duda fue muy acertado: el libro la había conmovido hasta el llanto; sin embargo, ese día, que le ha otorgado el privilegio de escoger uno en el monasterio, dejará que sean sus energías las que le indiquen cuál libro leer.

 

Detrás de ella, en el centro de la sala, están las mesas de madera sólida y sillas talladas a mano, donde los monjes y eruditos se sientan a estudiar y reflexionar, y ese día, está feliz de poderlo hacer ella. ¡Cuánta sabiduría!murmura con emoción. De pronto detiene su mirada frente a un libro y lo toma con delicadeza. Tiene una encuadernación muy hermosa. Posa su mano sobre la dura y decorada superficie y lo abre mientras se apura a buscar un asiento. Allí, después de un largo rato sumergida en la lectura, se encuentra con la referencia a una carta cuyo texto leyó varias veces:

 

Hijo mío, Cómodo,

 

Escribo estas palabras con la esperanza de ofrecerte consejos sabios y orientación para tu futuro como emperador de Roma. Es un honor y una responsabilidad que has heredado, y confío en tu capacidad para enfrentar estos desafíos con sabiduría y determinación.

 

Recuerda siempre que el poder que posees es un deber sagrado que debe ser ejercido con prudencia y justicia. No te dejes llevar por el deseo de dominio o la búsqueda de placeres mundanos, sino busca siempre el bienestar y la prosperidad del imperio y sus ciudadanos. Recuerda que el liderazgo no se trata solo de autoridad y poder, sino también de servicio y sacrificio.

 

Busca la sabiduría en los consejos de aquellos que son prudentes y experimentados en los asuntos de estado. Escucha con atención sus palabras y reflexiona sobre ellas antes de tomar decisiones importantes.

 

Confío en tu capacidad para llevar a cabo esta tarea con honor y dignidad.

 

Con todo mi respeto y confianza,

 

Tu padre

 

¡Isabel, Isabel! escucha a lo lejos la voz de su hermano ¡Dios mío!, se me ha hecho tarde y nuestra madre nos espera para cenar de inmediato se levanta, busca a su confesor para entregarle el libro y sale al encuentro de su hermano.

 

¿Qué leías tan concentrada que incluso olvidaste el compromiso con el Rey?, nuestra madre estaba inquieta por tu ausencia.

 

¡Un libro maravilloso Alfonso! En él encontré una carta que he memorizado y te la he de recitar para que la recuerdes. Te será muy útil como futuro Rey.

 

Pero Isabel, todavía es temprano para asumir tal cosa. Tú también podrías ser la futura Reina de Castilla.

 

¡Solo Dios puede saberlo!


Ana María Rotundo

04 de abril de 2024

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