Papá porfa, camina un poco más despacio...


Papá porfa, camina un poco más despacio...

La visita de papá


Ayer mi papá tomó el vuelo para regresar a su casa. Desde el día anterior tenía las maletas hechas, pesadas e inventariadas; impreso el boleto aéreo; escogido el asiento del avión y colocado todo en orden en el pasillo que conduce a la puerta de salida de mi apartamento. En paralelo, siguiendo mi diario ritual antes de acostarme, tenía todo dispuesto en la cocina y puesta debidamente la mesa para preparar y servir el desayuno al día siguiente; desde hace días había agregado por sugerencia de mi papá un par de tazas, el exprimidor de limón, una botella de agua y el envase con miel para preparar la limonada tibia que, desde su llegada, nos hemos tomado diariamente en ayunas.

Ha pasado conmigo quince días casi de manera exclusiva. Me acompañó al mercado, a la limpieza de cutis, a echar combustible, a caminar por diferentes parques y caminerías, a llevar a mi hija a las clases de guitarra, a llevar mi camioneta al taller, a las consultas médicas y por supuesto, me ayudó a preparar los almuerzos demostrando gran habilidad y paciencia para cortar, rebanar y rallar cualquier cosa que fuese necesaria.

Se interesó por todo lo que podía ver alrededor de mi edificio, lo cual no es poca cosa porque mi apartamento tiene una vista de 180 grados a la ciudad, justo al frente de la bahía. Debí consultar en Google las fases de la luna y su influencia sobre las mareas ya que observó que no eran regulares pero sí importantes en volumen; explicarle sobre la ampliación de la cinta costera ya que observaba con interés el círculo alrededor del casco antigüo; contar el número de grúas de las edificaciones en construcción para constatar que se ha desacelerado el crecimiento de esa industria; observó los canales de la avenida del frente porque veía que se producían cuellos de botella -por tanto ahora sé que de ocho quedan en cuatro canales-; comentamos el cambio frecuente del paisaje que pasaba de estar nublado, nebuloso, soleado, color rosa y naranja, o azul y amarillo, tormentoso con enormes rayos y escandalosos truenos, así como los cambios del día y de la noche por las luces de diferentes colores, las sombras y la pantalla tipo Broadway frente a uno de los ventanales.

Hablamos de los últimos libros que ha leído y repasamos algunos aspectos de otros que encontró en mi biblioteca y leyó a sabiendas que yo también los había leído. Me recomendó otros títulos, dejándome un par de libros que tengo en la mesa de noche en espera porque se me ocurrió leer la Historia de España y se trata de un libro bastante grueso que tiene demorada la cola de lectura. Trató de convencerme, sin mucho éxito, de que viese la televisión. Le expliqué que sólo me gustaba verla cuando podía compartir el momento y comentarlo después; así es que vimos juntos varios partidos del mundial de fútbol.

Organizamos varios días de compras en diferentes locales para abarcar una lista de deseos que ya no son posibles de lograr en nuestro país. Compró desde bolígrafos de gel hasta una enorme lata de leche en polvo. También cumplimos con la hora de la cervecita y el vino tinto, el pedazo de queso de cabra, el jamón marca Joselito declarado el mejor del mundo y que estaba en la nevera desde hacía un tiempo esperando el momento para ser compartido, los espaguetis a la Queen y a la boloñesa.

Tenía pendiente reparar la manga del aire acondicionado de mi habitación porque estaba filtrando al vecino, así es que un par de semanas atrás habían venido los técnicos para revisar y elaborar un presupuesto. Pocos días después de haber llegado mi papá me llamaron para notificar que vendrían a realizar el trabajo. Fue una oportunidad para observar la desorganización, la falta de previsión y el incumplimiento del horario por parte del personal, lo cual derivó en la suspensión del trabajo a última hora de la tarde por la falta de un equipo que necesitaban y no habían traído; eso, después de haber empantanado el recorrido que abarca desde la habitación principal hasta los compresores ubicados varios metros fuera del apartamento y después de haber interrumpido para pedir: el servicio, vasos con agua preferiblemente fría, el uso del microondas para calentar su comida, el suministro de un cable para cargarles a continuación los celulares, un tobo y varios paños de limpieza.

Eso sí, antes de irse me insistieron en dejar instalado temporalmente el aire acondicionado lo cual interpreté como un acto de consideración al no haber concluido el trabajo, sin embargo, cuando al día siguiente no se presentaron empecé a temer que era una señal de que no volverían en algún tiempo, hecho que confirmé cuando al comenzar a gotear el aire -entiendo que debido a la ¨instalación temporal¨ realizada- la compañía envió a un técnico que me confesó que todo el personal se encontraba en el interior atendiendo otro proyecto. Previo a esa confesión, las variadas excusas que dieron ante nuestras demandas por el trabajo inacabado, pusieron de manifiesto una prolífica creatividad. 

Finalmente llegó el día que volverían para concluir el trabajo y tomando en cuenta la experiencia de la semana anterior, mi papá y yo habíamos forrado todo el trayecto con plástico para evitar el empantanamiento, colocado una jarra de agua fría junto al mismo número de vasos conforme técnicos vendrían, despejado el lugar donde pedirían conectar sus teléfonos celulares, teníamos escalera, tobos y varios paños a la mano. Aún así, debo reconocer que nos faltaron cosas porque nuestra experiencia llegó hasta que habían suspendido el trabajo no hasta que lo terminaran. 

Resultó interesante descubrir que los muchos metros de tubería ya preparada y soldada para sustituir la existente resultó insuficiente y hubo que preparar y empatar unos cuantos metros más. De acuerdo a lo que nos comentó el jefe de la cuadrilla, se necesitaban unos cincuenta metros de tubería desde el aparato de aire hasta el compresor. Mi papá me preguntó entonces el número de apartamentos por piso y obtuvo la cantidad de veintiún aparatos de aire acondicionado instalados y un kilómetro de tuberías circulando entre paredes y pisos. Este tema lo abordamos varios días después porque nos costaba entender que el arquitecto no hubiese propuesto alguna otra alternativa en conocimiento de esa situación. El número de tuberías entre paredes y pisos que supone agregar a éstas, aquellas necesarias para otros fines, nos daba la sensación de que estábamos flotando en una enorme malla de conductos huecos en el piso 24.

Forzado a permanecer varios días en casa a causa de la reparación del aire, mi papá observó que al frente del edificio, entre las vías de la avenida, hay una obra en construcción que le causó mucha curiosidad: ¿qué estaban haciendo allí en un lugar tan incómodo en medio de una avenida?, ¿porqué están perforando en círculo y entre cada perforación dejan un espacio tan reducido?. Era difícil contestar las preguntas y en la cerca alrededor de la obra no había ningún cartel que explicara nada del proyecto. Ante la falta de respuestas en la fuente, mi papá trató de obtenerlas mediante la observación, así es que sabía a qué hora llegaba el personal de supervisión y el personal obrero; sabía los días que suspendían antes el trabajo y los días que lo prolongaban haciendo conjeturas entre la relación del clima y la duración del trabajo; sabía el recorrido de la máquina perforadora, de la que subía e instalaba las cabillas y de la pala mecánica, pero, a pesar de todo, nada fue suficiente para explicar el tipo y fin perseguido con la obra. Me dejó encargada de averiguarlo.

Por supuesto hablamos mucho de nosotros, de mis abuelos, de su infancia, de la familia, del país y nuestros diferentes o coincidentes puntos de vista, de su diario donde va escribiendo lo que hace cada día, de su inventario de libros leído por año, del perdón, la rabia, el amor, Dios, los errores y la capacidad de reflexionar sobre ellos y cambiar  de ruta, pero sobre todo me enterneció lo mucho que quiere a mi mamá porque ante cualquier comentario mío que sonara a crítica aunque fuese constructiva, él siempre tenía una última palabra de alabanza, además de recordarla constantemente con sus comentarios.

Leyó mi proyecto de novela corta y le interesó el tema; cada día me hacía preguntas sobre la trama, los personajes, el final y hasta llegó a preguntarme si tenía una idea del número de páginas que tendría la novela. Para mi es muy motivador su interés porque mi papá es un profesor universitario muy culto que ha leído mucho a sus 86 años.

Así, llegó el día de su partida y aunque no estaba de acuerdo en ir cuatro horas antes al aeropuerto y me estaba quejando por ello, lo llevé y acompañé hasta que pasó el control de seguridad. No me quedé llorando después de la despedida como hice otras veces, en parte porque se lo había prometido a mi hija quien había puesto esa condición para acompañarme y en parte porque creo que finalmente me he ido acostumbrando a la distancia.

Hoy he vuelto a mis rutinas con la sensación de que algo cambió, ahora estoy pendiente de la obra del frente, de lo que vendrá a continuación en mi novela, de desamarrar una servilleta de tela, de volver a leer un libro que ambos descubrimos no llegamos a comprender totalmente y la convicción de que precisamente la vida se nutre de las cosas más simples y del cariño. Sabía que muchas de las bambalinas que permite comprar el dinero pronto cansan y se quieren otras, y otras y otras; se acumulan en closets, gavetas, cajas y espacios, pero nunca son suficientes porque son una forma de llenar el vacío y éste sólo va desapareciendo en la medida que nos acercamos a la espiritualidad.

Que Dios te bendiga papá.

24/06/2018      anama@elalmanotienegenero.com

Comentarios

24.06.2018 22:57

Jacqueline

Reflexiva, emotiva y espiritual narrativa me transporto al lugar y viví el momento

25.06.2018 15:45

Ana

Motivadoras palabras. Gracias

Comentarios recientes

05.11 | 18:28

Buenas tardes, encantado de saludarte. Soy Jose
Quería escribirte porque me ha parecido interesante comentar contigo la posibilidad de que tu negocio aparezca cada mes en periódicos digitales como not

20.10 | 16:28

Un besote amiga!

20.10 | 08:04

Cómo describes a “tu Mimina” me transporta a esa pared para recordar a la mía, a quien adore, con la única diferencia que yo no pude separarme del muro.
Bello y emotivo relato.

06.10 | 21:22

Mi querida Venusita, muchas gracias por leerlo y escribirme. Muchos cariños 😘

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