Cuando estudiaba el quinto grado de primaria tuve mi primera mascota. Era un gatito negro de una camada de la gata de mi amiga Virginia. Como pensé que era macho le puse un nombre masculino y resultó que era hembra. Fue el veterinario quien me lo aclaró cuando la llevé a consulta por causa de una grave caída, de la que finalmente no sobrevivió.

Poco tiempo después Virginia me dio otro gatito y esta vez me aseguré de conocer su género antes de darle un nombre. En esta oportunidad también compré un libro sobre el cuidado de los gatos y me desempeñé mejor en esa labor logrando que el gatito disfrutara de una excelente salud durante varios años, sin embargo, el haber tomado la decisión de no operarlo representó un problema porque cada vez que entraba en celo alguna gata, se desaparecía y regresaba de sus andanzas en bastante mal estado, requiriendo cuidados durante varios días hasta que se recuperaba totalmente para luego volver a sus correrías. Un día llegó en tan mal estado que se enfermó y aunque lo cuidé por varios días, no sobrevivió. La tristeza me llevó a la decisión de no volver a tener mascotas.

Pasaron muchos años y un día mi hijo y yo nos encontrábamos paseando por un centro comercial y entramos en una tienda de mascotas para ver el estanque lleno de peces de colores y al fondo en una cabina de vidrio estaba un cachorro que parecía una mota de algodón moviéndose con gracia, daba la impresión de que estaba alegre y ese sentimiento se exacerbaba en la medida que nos íbamos acercando. Era un poodle toy.  

Cuando lo sacaron de la cabina y se lo entregaron a mi hijo para que lo cargara, supe que nos llevaríamos al perrito y sería nuestra mascota. Así fue por once años. El nombre se lo escogió mi hijo que en ese momento tenía seis años y amaba las películas de Disney, lo llamó Pluto.

Es bueno señalar que antes de Pluto tuvimos un canario rojo muy bello al cual llamamos Taz. Era de esos canarios con muchos trinos diferentes que nos despertaba cantando todas las mañanas, pero, un día se desplomó sin razón aparente y la conclusión es que sufría del corazón. También tuvimos dos peces Betta rojiazul, idénticos, llamados Flounder. Se llamaron igual porque uno sustituyó al otro ya que a pesar de ser fuertes ninguno sobrevivió tres meses. Después de esa mortandad era lógico que tuviese animadversión con la adopción de mascotas.

Sin embargo Pluto entró en nuestras vidas enseñándonos lo afectuosos, entusiastas, leales y buenos compañeros que son los perros. Por fin entendimos la expresión de quienes ya habían tenido un perro cuando afirmaban ¨sólo les falta hablar¨. También descubrimos que tardan un tiempo en reconocerse por lo que se ladran a si mismos cuando se reflejan, por ejemplo, en el vidrio del horno; que llegada una edad determinada levantarán la pata para orinar y para marcar su zona; que no les gusta quedarse solos en casa y lo demuestran haciendo diabluras; que no entienden de tamaños y le enseñarán los dientes a un perro bastante más grande y fornido obligándolo a uno a buscar refugio en algún muro o encima de algún coche; que se emocionan mucho y saltan y hacen gracias cada vez que uno aparece; que se quejan cuando no les prestas atención; que les gusta salir y apenas ven la correa hacen una enorme algarabía.

Hubo anécdotas que luego recordábamos con gracia como las veces que al regresar de alguna diligencia encontrábamos los cojines del sofá regados por el piso y cuando volteábamos a verlo, inmediatamente agachaba las orejas y bajaba la parte de atrás del cuerpo y casi arrastrándose iba al lugar del castigo antes de que se lo impusiéramos. 

Era para morirse lo gracioso que quedaba el día que le tocaba su peluquería y verlo correr y esconderse cuando veía a la veterinaria porque sabía que le tocaban sus vacunas.

Fue tan motivador que adoptamos más mascotas: tuvimos dos tortugas llamadas Rancho y Pancho, cuyo crecimiento no permitió mantenerlas en casa y fueron donadas al estanque del zoológico; dos gatas persas, una llamada Nayma que hoy tiene 16 años y otra llamada Nieve cuyo nombre respondía a su hermoso pelaje totalmente blanco y cuya hermosura la hizo candidata para ser adoptada rápidamente. También tuvimos otro canario que llamamos igualmente Taz. Este no tenía problemas del corazón y quizás todavía esta volando por el parque de la urbanización donde vivíamos ya que en un descuido se salió de la jaula y sabíamos que estaba por allí porque era imposible no reconocer sus trinos.

Cuando estábamos cerca de la fecha de nuestro viaje al exterior hice grandes esfuerzos por dejar a Pluto al cuidado de personas que amaran a los animales, pero, no tuve éxito. La mayoría estaba pasando por algún momento complicado o sencillamente no querían asumir la responsabilidad de una nueva mascota a pesar de que Pluto estaba viejito y no le quedaban tantos años más de vida.

No podía llevarlo conmigo y eso me tenía, junto a todos los eventos que habían acontecido en esos días, sumamente tensionada y angustiada y Pluto parecía mimetizarse conmigo mostrando los mismos síntomas de estrés. Fue tan acentuado su estado de ánimo y me encontraba tan ocupada recogiendo, vendiendo y organizando todo antes del viaje, que requerí casi con carácter de urgencia de la colaboración de un tercero para ubicarle un hogar lo antes posible.

Y así fue como me ofrecieron llevarlo a la finca de un señor de confianza donde se me aseguró estaría libre y podría estar con otros perros. Mucho tiempo después me surgieron muchas dudas en relación al destino de Pluto. No fue a la finca referida, y, se suponía que una señora se había quedado con él, pero la verdad es que nunca tuve una dirección ni un teléfono de la casa de esta señora para irlo a ver. 

Sólo sé que Pluto, a pesar de ese final incierto e inmerecido, supo que yo no tenía capacidad de maniobra y que hasta hoy lo recuerdo con el mismo cariño de siempre.

junio2018

anama@elalmanotienegenero.com

Comentarios

Jacqueline

13.07.2018 16:59

Es bello el relato pero triste el final sin saber cómo fueron sus últimos años. Pero la historia revela la convivencia con mascotas y lo que llenan nuestras vidas. Lo recuerdo bien

Ana

Así es Jacky, llenan la casa de alegría

14.07.2018 06:50

margara

12.07.2018 21:39

..en cuanto a Pluto, el siempre supo del amor y el tiempo que le dedicaste, asi pienso de los abteriores perros que tuve, antes de mis actuales, ellos saben lo mucho que son amados...

Ana

12.07.2018 21:45

Sin duda Margara, estábamos muy compenetrados, si estaba triste él estaba triste y si estaba contenta, pues él también estaba. Muy querido

margara

12.07.2018 21:33

Cont... Los llamaba Damian 1, Damian 2... Para asustar a mi hermana jejeje...

margara

12.07.2018 21:31

Jejeje. Ana me hiciste acordar de mis peces Beta... Cuando morian los ponia en cajas de plastico transparente que le robaba a mi hermana mayor, creo q dnde guardaba los limpiatipos....!! Jejeje llamab

Comentarios recientes

05.11 | 18:28

Buenas tardes, encantado de saludarte. Soy Jose
Quería escribirte porque me ha parecido interesante comentar contigo la posibilidad de que tu negocio aparezca cada mes en periódicos digitales como not

20.10 | 16:28

Un besote amiga!

20.10 | 08:04

Cómo describes a “tu Mimina” me transporta a esa pared para recordar a la mía, a quien adore, con la única diferencia que yo no pude separarme del muro.
Bello y emotivo relato.

06.10 | 21:22

Mi querida Venusita, muchas gracias por leerlo y escribirme. Muchos cariños 😘

Compartir esta página

unsplash