Giros y Asimetrías

Por muchos años el estar sentada durante horas se me hizo una tarea muy difícil y era precisamente esa la manera en la cual debía permanecer para realizar el trabajo que empecé a ejercer a los diecisiete años. Recuerdo pasar las horas del mediodía parada frente a la ventana observando la calle con ganas de salir de la oficina a caminar hasta agotarme de cansancio.

El dolor sordo, permanente y profundo que se dejaba sentir desde la zona media de la espalda hasta el coxis me invitaba a diario a tomar calmantes, pero, en mi criterio sobre el necesario equilibrio químico del cuerpo,  era preferible sufrir aquel martirio en silencio. 

Quizás esa constante en mi vida profesional circunscrita a una oficina, una silla y un escritorio, puede haber agriado un poco mi carácter haciéndome sentir más sacrificado el hecho de trabajar mientras estudiaba en la universidad y probablemente me hizo ser más estricta en mis evaluaciones del trabajo y de los demás, ya que de mi doloroso esfuerzo esperaba que quienes no lo sufrieran fuesen personas más pacientes, tolerantes y colaboradoras. 

Había sucedido un par de años antes al formar parte del cortejo de baile en los quince años de una compañera del colegio que la persona que nos entrenaba en la coreografía observó mi interés y facilidad en el desarrollo de esa actividad y sugirió a mi madre que me apoyara para ingresar en su academia. Ingrese varios años después y fue por siete años la actividad que más me llenó de alegría. Practicaba frente al espejo cada paso, cada movimiento, cada sonrisa, cada giro y cuando no pude asistir más a la hora en que debía ir a las clases en la universidad, cambié el horario para ir al mediodía. En ese horario conocí a la profesora de origen alemán que me enseñó a seguir el ritmo conservando la postura pero cuyo apellido no logré pronunciar, por lo que para mi fue siempre Nam.

La buena postura me alivió el dolor hasta mi primer embarazo ya que en la medida que el abdomen crecía me iba inclinando levemente hacia atrás ejerciendo presión sobre la espalda. Por esas fechas conocía la causa del dolor porque me habían ordenado una radiografía de tórax en la evaluación exigida para otorgame un crédito hipotecario. 

Tenía una deformidad incurable pero no limitante: mi columna dorsal en un despliegue de equilibrio sin igual se torció y giró unos grados. Mi médico internista, el Dr. Juan Godayol, me apoyó al no remitir el caso a ningún especialista en columna vertebral y él mismo sentenció que debía hacer pesas y convertir mi cuerpo en una coraza que protegiera al esqueleto. Me pareció horrible dejar mi baile armónico y femenino por unos guantes y unas pesas. Era como dejar el ballet para practicar boxeo. 

Pasaron muchos años y en mi terquedad insistí en una actividad deportiva mas etérea y en lograr el alivio del dolor mediante posturas y estiramientos, pero mi segundo embarazo agravó el cuadro porque me practicaron una cesárea que al comprometer los músculos abdominales alteró el centro de equilibrio del cuerpo y el dolor se alojó inmisericorde en mi espalda.  

Ese dolor me convenció que debía seguir las indicaciones del médico y finalmente comencé con una rutina de pesas. Eso fue hace 18 años y con frecuencia me pregunto el porqué no lo hice desde el momento que me lo sugirió el médico ya que el dolor se alivió y he logrado capitalizar el aprendizaje de una rutina de ejercicios. 

Siempre recuerdo con afecto a mis maestros y guías, y, entre ellos están Nam y Juan, quienes fueron directos, sinceros y estrictos conmigo, permitiéndome pasar de la incomodidad y el enojo inicial al compromiso.

junio 2018

anama@elalmanotienegenero.com 

Que no te tiemble el pulso

Que no te tiemble el pulso

Comentarios recientes

05.11 | 18:28

Buenas tardes, encantado de saludarte. Soy Jose
Quería escribirte porque me ha parecido interesante comentar contigo la posibilidad de que tu negocio aparezca cada mes en periódicos digitales como not

20.10 | 16:28

Un besote amiga!

20.10 | 08:04

Cómo describes a “tu Mimina” me transporta a esa pared para recordar a la mía, a quien adore, con la única diferencia que yo no pude separarme del muro.
Bello y emotivo relato.

06.10 | 21:22

Mi querida Venusita, muchas gracias por leerlo y escribirme. Muchos cariños 😘

Compartir esta página

unsplash